En un culto de Viernes Santo en su iglesia, Leonardo Bolioki empezó a leer la historia de la crucifijación de Jesús. En otros años, la congregación había oído la misma historia en francés, la lengua naciónal de Camerún, pero este año sería la primera vez que lo escucharían en su propia lengua, Yambetta.
Las palabras de la historia silenciaron a la congregación y algunas de las señoras mayores empezaron a llorar. Después del culto, se acercaron a Leonardo queriendo saber donde había encontrado la historia.
«¡Jamás hemos oído algo así!» dijeron, «No sabíamos que existía alguien que nos amaba tanto que estaba dispuesto a sufrir y morir así—¡a ser crucificado en una cruz para salvarnos!»
Leonardo les mostró el texto en su Nuevo Testamento francés y les contó que era la historia que la congregación escuchaba cada año durante Semana Santa, pero las señoras insistieron que nunca lo habían escuchado.
Desde ese momento, Leonardo fue motivado a traducir las Escrituras a Yambetta. Quería que la Biblia fuese disponible en una lengua que su pueblo pudiera realmente entender.

En África del oeste, un comité de traducción tradujeron a su lengua el Padre Nuestro, del evangelio de Lucas. Para repasar la traducción, un consultor de Wycliffe estaba leyendo la selección al comité mientras escuchaban. Los miembros del comité se mantuvieron callados y con sus cabezas inclinadas. Silencio. Al final el consultor les preguntó; “¿Pasa algo?” El traductor levantó su cabeza y respondió: “Hace años, todos aprendimos de memoria el Padre Nuestro en la lengua colonial. Pero hoy, nuestro Señor nos ha enseñado cómo orar.”

Un funcionario en Mozambique recibió las Escrituras en versión audio en su lengua, Makhuwa Meetto. El día siguiente dijo: “Yo siempre he leído la Biblia en Portugués, y era como leer a la luz de una cerilla. Pero cuando escuché la Palabra en mi lengua, era como si todo el cuarto se llenaba de luz.  ¡Por primera vez entiendo exáctamente lo que quiere decir!”